lunes, 7 de enero de 2013

Dormir


Camino. Me duele la cabeza, también los pies, mucho. No recuerdo casi nada. Estoy mareada y tengo nauseas. Siempre he sabido que entrar allí es igual a salir de esta manera. Creo que fueron cuatro días, si tan solo pudiera precisar la fecha. No consigo enfocar, mirar bien. Hay dos puntitos negros, como hundidos en la retina que acompañan el movimiento del ojo. Me tayo los ojos, nada consigo. Vomito tras ese puesto blanco metálico. La gente observa. Devuelvo líquido amargo, amarillo, me quema la tráquea garganta, me duele desde el estómago. Limpio la boca. Camino temblorosa. Necesito sentarme un momento. Recargo la espalda en el árbol seco. Respiro, intento respirar, onda y largamente. Escalofríos. Frío. Sudor. Temblor. Creo que tengo fiebre. ¿Por dónde dijeron que debía irme?. Mejor duermo otro rato aquí. No, el sol arde. Levantarse ha resultado empresa dura. No puedo caminar a prisa, las plantas de los pies me matan, duelen hasta los huesos. Puedo percibir mi hediondez, me revuelca todavía más las entrañas esta fetidez que despido. Ahí hay sombra. Acostarse lastima, los moretones y cortadas de la espalda me obligan a quejarme. Tengo hambre. No sé a dónde ir porque ni siquiera sé dónde estoy. Quiero ir con él. Sí, me acuerdo bien de cuando estoy con él, de cuando estuve. Olía bien. Besaba bien. Me abrazaba bien. Quiero estar acostada con él. Dormir, sólo dormir con él. Viene de nuevo. Vomito justo a un lado. Me levantan dos policías mientras aún vomito. ¿Qué dicen? No había estado antes dentro de una patrulla. Me dejo caer en el asiento. Me duele la vagina. Me duele el ano. ¡Hijo de Puta! Le he dicho cuanto me duele lo haga por detrás. La enfermera es muy gorda. Brusca, tosca. Lastiman sus manos mientras revisan. Puedo sentir su asco al quitarme el pantalón. Eliza, me llamo Eliza. Sí, dormir, mejor dormir, aunque esta silla sea tan dura. Ya es de noche. Ahí está mamá. De nuevo está ahí. Subo al auto. No hay palabras. Espero que haya puesto llave a la puerta. Mi cama, por fin. Mañana tomaré un baño. Me despierta el peso de su brazo. ¡Qué delicia! Siempre huele tan bien. Duerme. Lo miro mientras duerme. Me acurruco bien entre sus brazos, entre sus piernas. Que me arrulle su respiración. Quiero dormir. Aprieta un poco más mi cuerpo al suyo. Cuanta paz. Duele. Necesito abrir los ojos. Gritarles que no muerdan más. Jala mi cabello. Me escupe. Uno muerde, el otro penetra. Trago tierra. No hay más sólo tierra, hierba y más tierra. ¡Perra drogadicta! No es la primera vez que lo escucho. Perdí. No quiero terminar aquí, pero quiero terminar ya. Golpean mi rostro. Trago sangre. Consigo apenas entre abrir los ojos para verlos. Sus sucios rostros. Aún traen el uniforme. ¡No me mires perra estúpida! Él golpea ahora directo a mi ojo derecho. El pene del otro está en mis labios. Su semen se embarra en mi cara, se escabulle por mi nariz. Una bolsa. La aprieta fuerte. La última ansiedad. Sólo quiero dormir