Camino. Me duele la
cabeza, también los pies, mucho. No recuerdo casi nada. Estoy mareada y tengo
nauseas. Siempre he sabido que entrar allí es igual a salir de esta manera.
Creo que fueron cuatro días, si tan solo pudiera precisar la fecha. No consigo
enfocar, mirar bien. Hay dos puntitos negros, como hundidos en la retina que
acompañan el movimiento del ojo. Me tayo los ojos, nada consigo. Vomito tras
ese puesto blanco metálico. La gente observa. Devuelvo líquido amargo,
amarillo, me quema la tráquea garganta, me duele desde el estómago. Limpio la
boca. Camino temblorosa. Necesito sentarme un momento. Recargo la espalda en el
árbol seco. Respiro, intento respirar, onda y largamente. Escalofríos. Frío.
Sudor. Temblor. Creo que tengo fiebre. ¿Por dónde dijeron que debía irme?.
Mejor duermo otro rato aquí. No, el sol arde. Levantarse ha resultado empresa
dura. No puedo caminar a prisa, las plantas de los pies me matan, duelen hasta
los huesos. Puedo percibir mi hediondez, me revuelca todavía más las entrañas esta
fetidez que despido. Ahí hay sombra. Acostarse lastima, los moretones y
cortadas de la espalda me obligan a quejarme. Tengo hambre. No sé a dónde ir
porque ni siquiera sé dónde estoy. Quiero ir con él. Sí, me acuerdo bien de
cuando estoy con él, de cuando estuve. Olía bien. Besaba bien. Me abrazaba
bien. Quiero estar acostada con él. Dormir, sólo dormir con él. Viene de nuevo.
Vomito justo a un lado. Me levantan dos policías mientras aún vomito. ¿Qué
dicen? No había estado antes dentro de una patrulla. Me dejo caer en el
asiento. Me duele la vagina. Me duele el ano. ¡Hijo de Puta! Le he dicho cuanto
me duele lo haga por detrás. La enfermera es muy gorda. Brusca, tosca. Lastiman
sus manos mientras revisan. Puedo sentir su asco al quitarme el pantalón. Eliza,
me llamo Eliza. Sí, dormir, mejor dormir, aunque esta silla sea tan dura. Ya es
de noche. Ahí está mamá. De nuevo está ahí. Subo al auto. No hay palabras.
Espero que haya puesto llave a la puerta. Mi cama, por fin. Mañana tomaré un
baño. Me despierta el peso de su brazo. ¡Qué delicia! Siempre huele tan bien.
Duerme. Lo miro mientras duerme. Me acurruco bien entre sus brazos, entre sus
piernas. Que me arrulle su respiración. Quiero dormir. Aprieta un poco más mi
cuerpo al suyo. Cuanta paz. Duele. Necesito abrir los ojos. Gritarles que no
muerdan más. Jala mi cabello. Me escupe. Uno muerde, el otro penetra. Trago
tierra. No hay más sólo tierra, hierba y más tierra. ¡Perra drogadicta! No es
la primera vez que lo escucho. Perdí. No quiero terminar aquí, pero quiero
terminar ya. Golpean mi rostro. Trago sangre. Consigo apenas entre abrir los
ojos para verlos. Sus sucios rostros. Aún traen el uniforme. ¡No me mires perra
estúpida! Él golpea ahora directo a mi ojo derecho. El pene del otro está en
mis labios. Su semen se embarra en mi cara, se escabulle por mi nariz. Una
bolsa. La aprieta fuerte. La última ansiedad. Sólo quiero dormir
lunes, 7 de enero de 2013
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