lunes, 11 de octubre de 2010

Lo de siempre

Me duele la cabeza y siento al sueño batirse a duelo con el aferrado deseo, aferrado y masoquista deseo de no entregarme al sueñar, de permanecer penosamente despierta en una hora donde nada hago, porque ni pensar hábilmente consigo.
Me froto la cara, hago gestos y relamo mis labios una y otra vez.
Me condena una mezcla de recuerods inescrutables, sin pies ni manos, anacrónicos y sin ningún tiempo, ni siquiera una certeza de veracidad; se me licuan en la cabeza enredados con los deseos, deseos que de la misma manera son amorfos y nada legibles.
Esta soledad comienza a dañar mi razón y más aún mi descanso.

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