lunes, 2 de enero de 2012

Reminiscencias Vampíricas.

Desperté esa noche mareada, no me había levantado bien hacía mucho tiempo, muchos años, casi un siglo entero.
Lo supe al primer segundo, mi alma aún lloraba su ausencia.
Salí a comer lo primero que me cruzo de frente, ese gusto mío tan exigente y quisquilloso está mudo desde aquella noche, me alimenté sólo por la vil necesidad.
Pese al debilitado cuerpo anduve por muchos lugares sin mirar nada en concreto.
Pasaron seis noches, eso creo, dormí por seis o más noches consecutivas, lo que no es difícil de entender cuando se tiene una pena como la que cargo.
Me levanté débil y tan hambrienta como pocas veces.
Esta vez sí me ordene el cabello y la ropa tenía perfecta armonía. Salí, ahora sí me pedía algo más específico el paladar, parecía que comenzaba a sanar.
Pasé casi de largo por muchos bares y algún café hasta encontrar justo lo que deseaba, podía olerlo a distancia. Unos treinta y cinco aproximadamente, muy limpio y perfumado, y tal vez el único sin un tabaco en la mano. A sólo dos mesas de mi cena, me hacía cosquillas ya la lengua. Le miré directo a los ojos, éso y una coqueta sonrisa, no se necesita más hoy día. Al tenerlo tras esa puerta ya me nacían las antiguas gulas. Siempre que me alimento me aseguro de no dejar ninguna huella, en estos tiempos modernos, la caza no resulta tan inexplicable, así es que un beso, tomarle todo por la punzante lengua es casi la única opción discreta. Tuve tiempo de tomar una copa más antes de marcharme. Unas cuadras adelante comencé a escuchar a la aterrada multitud, no pude evitar sonreír.
Evidentemente no fue suficiente, tantas noches de sueño me exigían más; será una noche larga - me dije con algo de aliento-.Pero esta vez quería mayor soltura, tomarme mi tiempo y directo a la yugular.
Llegué a un lugar de baile y mucho alcohol. No tardé casi nada en encontrar un pequeño grupo de amigos que sólo se hacían acompañar por una chica. Me acerqué con una de mis favoritas, fingir un acento extranjero y poner mi mejor cara de inocencia con el ya tan bien estudiado argumento de nada conocer. Debo admitirlo, me encantan ese tipo de juegos. Bebimos, bailamos, hasta intentaron enseñarme cosas del lenguaje local, y yo, fascinada repitiéndoles cuanto me decían. La cosquilla ansiosa me daba piquetes nuevamente. Cinco, seis con ella, ella, ella sí que era inocente, tan pequeña ella, tan sólo dieseis, con unos senos perfectamente redondos que la alejaban de esa edad.
Nada difícil fue convencerles de ir a mi departamento. Sí lo sé, parece un exceso, pero tomaría a uno por cada noche y MelisSa, Melissa sería mi delicioso postre. Quedaron encantados con mi Luis XV y mi Van Gogh. Estaban ahí y yo decidida a disfrutar de ellos.
Primero Luis, ese barbaján cuarentón queriendo recuperar su juventud entre veinteañeros. Era como su pequeña bandada de pillos, él de cierto modo asumía el liderazgo, les hacía creer que era su experiencia quien debía guiarlos, pero no, su experiencia eran tan pobre y escasa que ahí, intentando seducirme, con un pequeño guiño corrió desesperado tras de mí. Intento darme lecciones sobre como tomar a alguien, fue tan torpe que me desespero y le arranque a tragos esa bribonidad y presunción que se traía a cuesta; el baño quedó limpio naturalmente, con un aparente excedido en copas dentro de la bañera.
Melissa seducía mis sentidos pero tocaba el turno de Demian.
Mi Demian de veintiocho años, me había gustado desde el principio. Alto, tan blanco, con ese azul aperlado en los ojos y su cuerpo torneado. Tal vez no acabaría con él, podría dejarle moribundo, más al punto de la vida que de la muerte para tenerle más conmigo.
Ya eran cuatro treinta y cinco de la madrugada, no podía demorar mucho tiempo más.
Lo llevé de la mano hasta la habitación y sí, decidí sedarle para después,formol es algo que no debe faltar en el botiquín, me encargaría de amordazarle antes de dormir.
Al volver Justin se tambaleaba hasta la puerta, al parecer debía regresar a casa, de ninguan manera le dejaría ir. Le conducí al cuarto de huéspedes argumentándole que estaba lo suficientemente ebrio como para marcharse. Dejé que se acostara y de inmediato me fui sobre él.
Salí ya un poco saciada, pero aún estaban Lionel y Rodrigo, claro y la tierna Melissa.
Comencé a besar a Lionel y pedía a Melissa hiciera lo mismo con Rodrigo. Ya eramos sólo cuatro en esa fiesta, los inquietos jovencillos no se negaron ni por un segundo a la invitación de esa posible fiesta orgiástica.
Ordené a Melissa fuera a mi estudio a traer cuatro botellas de vino tinto, la pobre tuvo que sostenerse de paredes y cuanto podía.
Entonces inicié, les regalé uno de sus mayores deseos de pubertad, una linda mujer para ellos, dispuesta a todo. Besos, caricias, carne, manos por todas partes y los chicos con la mayor de sus excitaciones. Primero Rodrigo, un orgasmo y ni siquiera notó el ataque; luego Lionel, alardeando de su victoria sobre Rodrigo "el que se queda dormido"y listo, lo hice tan agresivo que mire esa última expresión de terror en su rostro y hasta un grito luego de soltar.
Casi tambaleándome fui en busca de Melissa, mi pequeña y deliciosa invitada, tirada por el alcohol en pleno pasillo,dormida. La levanté para llevarla a mi cama, este pequeño dulce, gozaba el privilegio de mis sábanas.
Le desperté poco a poco, preguntó por los demás, yo cuidaré de ti -le dije muy pausado en el oído-. Le dí un beso, primero se asustó, luego comenzó a cederme su lengua poco a poco, su boca tenía el sabor de su aroma: dulce. Le quité la ropa y besé su platinado cuerpecillo. Le gustaba, el encantaban mis dedos, labios y lengua por su cuerpo; se retorcía, gemía tan elegantemente. Pequeñas degluciones repartidas, hasta que pidió más, y yo, sólo bebí más. Quedó ahí, entre un orgasmo y la muerte, tan hermosa, tan linda, me recordaba a las preciosas musas clasicistas. Me quedé contemplándola un largo rato hasta notar el claro en las ventanas. Tan dopada con el aterciopelado elixir de Melissa que era capaz de recibir el día ahí, recostada junto a su cadaver, mirándole.. Pero resulta que soy más lista que romántica.
Amarré a Demian fuerte, más formol y que aguarde hasta la Luna.
Era hora de dormir, después limpiaría mi desorden del festín.
Ya estando ahí, con la tapa encima y en los segundos previos al sueño lo sentí de nuevo, ese hueco en el pecho, un hueco que ni Melissa lograba evitar. .... Continúa.

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