martes, 3 de enero de 2012

R.V.

Desperté y allí estaba el pobre, congelado de terror, sabrá cuantas horas llevaba consciente, atado y teniendo como paisaje el cadáver desnudo de Melissa tendido en la cama frente a él.
Sobre rodillas para estar todavía más cerca. Ese miedo me encanta.
Desaté su mordaza, obviamente no dudo en gritar, hasta conservar un poco la calma, entonces le expliqué : Existen sólo dos opciones para está linda noche, todo puede terminar muy rápido o podemos tener un ficticio ritual civilizado.Le dije - No volverás a casa Lionel, será mejor que intentes disfrutarlo-. Se encontraba tan alterado que le solté para darle un poco de tranquilidad, ni fuerza tenía para correr, aunque sí lo intento.
Desde siempre he sido muy impaciente, décadas atrás no habría concedido tanto tiempo a un joven, con el tiempo me fui relajando el espíritu tan apresurado.
Aceptó -más abandonado de la razón y aferrado a la breve esperanza de salir bien librado-, aceptó y hasta la ducha le ofrecí.
Saqué a Luis y a los demás cadáveres, debía librarme de ellos antes de que despidieran fétidos aromas por la casa. Apilados todos y por último Melissa, ya muerta adquiría un brillo macabramente hermoso, hasta lástima pude sentir. Una vuelta fugaz al tiradero en las afueras de la ciudad y fuego.
De vuelta en el cuarto de baño con Lionel, Lionel tan lloricón que me ha resultado, no se desprende de la regadera intentando evitar lo que le continúa, pero está bien, esa noche no había ganas de salir a cazar; vino, velas, era todo lo que me apetecía. Hubo que ponerse estricta con Lionel, si no le hacía tranquilizar entonces por terror lo haría obedecer. Bien vestidos a la mesa, con copa en mano.
-Habla, di algo, no estás vivo para cautivar tu silencio, vamos di algo, este silencio ridículo me irrita- Le dije ya con voz molesta.
No logré entender casi nada de su balbuceo cobarde.
-Mis padres deben estarme buscando -dijo llorosamente.
-Oh, sí lo han hecho -le interrumpí- ese móvil tuyo hubo que arrojarlo por la ventana, no paraba de timbrar y molestar.
No dejaba de llorar, entre lloriqueos y rezos acabo con mi paciencia.
-Suficiente, eres más bello que interesante-Grite. Me levanté para alimentarme directo de su yugular, sus gritos ni siquiera me dieron goce, fue una gran decepción, se convirtió en simple comida congelada.
Le quemé allí mismo por pedazos en mi chimenea. El resto de la noche no hice más que mirar la Luna en su cuarto creciente por mi ventanal.
Te extrañaba, te necesitaba tanto o más desde que te perdí, nada llenaba el hueco, no lo hacía la sangre, qué más podría hacer para sanar.
Me marché a dormir, ni un minuto más despierta para extrañarte.

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